La falacia ecológica.
La falacia ecológica consiste asumir, en el marco de un estudio ecológico, que el efecto observado a nivel global se mantiene a nivel individual.
Blanco, negro, relleno, en onzas, a la taza, en polvo, helado, con avellanas, con almendras, con frutas, con leche, puro, fondant, amargo, en pasteles, en bombones, en bebidas calientes o frías, etc, etc, etc. Todos me gustan.
Así que podréis fácilmente imaginar mi alegría cuando mi lector de RSS me mostró el título del artículo del New England que decía que había una relación entre consumo de chocolate y premios Nobel. Ya me veía comiendo chocolate a montones con mi copia del artículo en el bolsillo para tapar la boca a todos lo que viniesen a fastidiarme la fiesta diciéndome que me estaba pasando con las calorías, la grasa, el azúcar, o lo que fuese. Al fin y al cabo, ¿qué puede ser más importante que trabajar para conseguir un Nobel?.
Estudios ecológicos
Llegados a este punto, podéis también fácilmente imaginar mi frustración al leer el trabajo y ver que el título tenía gato encerrado. Resulta que se trataba de un estudio ecológico.
En los estudios epidemiológicos que estamos más habituados a leer, las unidades de análisis suelen ser elementos aislados. Sin embargo, en los estudios ecológicos estas unidades se forman con agregados de individuos.
En cada unidad se obtiene una medida sintética de la frecuencia de la exposición y del efecto en los individuos de ese agregado, comprobándose al final si existe asociación entre exposición y efecto entre las diferentes unidades.
Hay dos tipos de estudios ecológicos. Por un lado están los que estudian medidas de frecuencia como la incidencia, mortalidad, etc, buscando patrones geográficos diferentes que puedan estar en relación con factores sociales, económicos, genéticos o lo que sea. Por otro, tenemos los que estudian las variaciones de las frecuencias a lo largo del tiempo con el objetivo de buscar tendencias temporales y, en caso de detectarlas, tratar de explicar su causa.
La falacia ecológica
Estos estudios suelen ser sencillos y rápidos de realizar, ya que muchas veces se elaboran a partir de datos que previamente están disponibles en registros o anuarios, por lo que, además, no suelen ser demasiado caros. El problema con los estudios ecológicos es que el hecho de que exista una asociación entre las unidades de análisis no quiere decir obligatoriamente que ésta también exista a nivel de individuos.
Si asumimos a la ligera esta asociación a nivel de individuos corremos el riesgo de cometer un pecado que se conoce con el bonito nombre de falacia ecológica. Uno puede ponerse a comparar toda variable que se le ocurra con la frecuencia de una enfermedad determinada hasta encontrar una asociación significativa, pero después será imposible encontrar un mecanismo plausible que la explique. En nuestro ejemplo, podría incluso darse el caso de que, a nivel individual, el comer más chocolate te embrutezca los sentidos y te aleje del ansiado premio Nobel.
Y para el que no lo crea, vamos a verlo con un ejemplo absurdo y totalmente inventado. Supongamos que queremos saber si hay relación entre ver la televisión durante más de cuatro horas al día y ser vegetariano estricto. Resulta que tenemos los datos de tres encuestas realizadas en tres ciudades, que vamos a llamar A, B y C para no buscarnos más líos.
Si calculamos la prevalencia de teleadicción y vegetarianismo vemos que es de 0,4 en A, 0,5 en B y 0,6 en C. Está bastante claro, en las ciudades en las que hay más adictos a la caja tonta hay más vegetarianos estrictos, lo que puede indicar que el uso de la televisión es incluso más peligroso de lo que ya creíamos previamente.
Pero estos son resultados agregados. ¿Qué pasa a nivel individual?. Pues vemos que las odds ratios son de 0,33 en A y C y de 0,44 en B. Así que, sorprendentemente, aunque en las ciudades con más teleadictos haya más vegetarianos, los teleadictos tienen un 33-44% de probabilidades menos de ser vegetarianos estrictos. Vemos, pues, lo importante que es que los resultados de un estudio ecológico sean posteriormente investigados con otros diseños de estudios analíticos para explicarlos de manera correcta.
Nos vamos…
Solo dos aspectos más para terminar esta entrada. Primero, que me perdonen los vegetarianos, aunque sean estrictos, y, ¿por qué no?, también los que ven la tele mucho rato. Segundo, ya hemos visto que la falacia del chocolate es, en realidad, una falacia ecológica. Pero, incluso en el caso de que hubiesen sido datos de unidades de análisis individuales, hay que recordar siempre que ni correlación ni asociación son sinónimos de causalidad. Pero esa es otra historia…
Lo cierto es que un gráfico que relacionara premios Nobel con distancia a Suecia también tendría una gran correlación.